Y sí… tenía que pasar… tenía que finalmente madurar, salir del capullo, quizá recordando un gran libro, el halcón debía salir del cascarón. He salido… y he nacido como business man… Sí, lo digo y lo sostengo. Se preguntarán por qué puedo decir esto… Son varias las razones que me han llevado a decir esto… por un lado me encuentro nuevamente solo en un aeropuerto de una patria que no me pertenece… por otro lado, porque la señora de migraciones no solo no me hizo problemas, no solo recordé qué papeles tenía que darle sin preguntarle a nadie, sino que esta buena señora se me puso a charlar cual amigos que se encuentran bajo una lluvia torrencial y ambos saben que deben partir y despedirse, pero no han de lograrlo rápidamente. También podría decir que fue porque pase por el free shop y lo miré de costado, con cara de “¿y para qué ponen este supermercadito en mi camino?”... o también porque me encuentro escribiendo este texto en un aeropuerto… ¡MI DIOS!
Pero todas estas cosas son trivialidades comparadas con lo que se viene… sí, lo logré… con mi mejor cara de business man, vistiendo mi tercer mejor pantalón de mi segundo mejor traje y mi octava mejor camisa (tan solo imaginen qué hubiese sucedido si estaba con mi mejor traje, camisa y corbata!), me acerqué para hablar con las chicas de mi aerolínea de preferencia, la que me promete los mejores destinos, a los mejores precios y con los mejores beneficios (hablo de millas, servicio, comidas, etc.), y como si no me importara el resultado de mi pregunta les dije “Hola nenas, me encuentro en la siguiente posición… mi vuelo parte recién en dos horas, es el 671, y no tengo tiempo que perder… tengo muchos negocios que cerrar. ¿Me cambias para el 471 sin chistar ni emitir muchos sonidos?”.
Ustedes se estarán preguntando si aún me duelen las mejillas de los cachetazos de ambas nenas… pero equivocan la pregunta. La pregunta debería ser, ¿cómo logré tal hazaña? Porque oh sí, logré la hazaña y ahora espero un avión que sale muchísimo antes que el mío. La respuesta a la pregunta correcta es bastante sencilla, un JPerez cualquiera hubiera sucumbido ante los golpes de tan bien entrenadas damas de compañía… pero no un business man… así como los animales huelen el miedo, las chicas de las aerolíneas huelen el “businessmanismo”, en todos sus grados.
Así que bueno… siendo un business man grado 1 (¡cuánto camino me queda para ser un igual a usted, mi querido señor gerente!), siento que es momento de devolverle a esta hermosa sociedad (me refiero a la sociedad de BMs) que ya me ha acogido (por las dudas, lean dos veces esto último… no quiero confusiones) un poco de lo que me dio. Así que en breve se estará viniendo un texto que explique un poco mejor a todos los seres inferiores (todos ustedes menos algunos que aprecio (si te sentís ofendido/a con este último agravio… tenelo claro… yo te cuento entre los que aprecio)) lo que significa ser un business man, así como también las responsabilidades inferidas del título.
Ahora bien… vamos con nuestro texto que ya se pasó una hojita y no hablé de mi puta lapicera negra. Si yo fuese alguien que no soy, todos sabemos que este texto se hubiese intitulado ‘Mi unicornio negro’… pero varias razones me hicieron desistir de tal título. Primero que nada no soy este que habla de unicornios cuando pretende hablar de lapiceras extraviadas (espero no haberlos sorprendido con esto). Por otro lado, no creo que el mundo perdone a dos personas que realizan esta analogía… yo supongo que a él lo perdonaron por cantar la canción del comandante… pero no estoy seguro. Por otro lado, él habló de un unicornio que todos querrían tener… yo no estoy seguro cuantos aparte de mí estarían felices de tener uno negro… con ojos rojos… y fuego saliendo de sus fauces… creo que pocos.
Hace un tiempo toqué un tema que me apasiona mucho… o sea, lo toqué muy poquito… algo que ni puede considerarse como acoso… el tema de la mente. Bah… aclaremos mejor, porque yo considero que en todos mis texto he tocado este tema que tanto me excita… pero hace un tiempo hablé de una mentirita llamada ‘perdí mis llaves’.
En aquella oportunidad les comenté mi técnica para encontrar algo perdido y… ta… en realidad, si quieren saber lo que les conté en aquella oportunidad y todavía no lo saben, vayan y lean el texto, ¡amargos! Para algo los escribo… creo que se llamaba la búsqueda del tesoro o Descubriendo a Forrester… uno de esos.
Pues bien… hoy nos levantamos los tres BMs en nuestro depto con servicio de mucama y la verdad que me encontraba un tanto cansado por haber cerrado tantos negocios el día anterior. Fue así que luego de ponerme mi antifaz de business man me dispuse a armar mi valija de BM y mi mochila de BM. Esto lo tuve que hacer a primera hora ya que como buen BM habría de irme a cerrar tratos y luego de un mínimo de estos acuerdos (que si no me equivoco los podemos llamar también importaciones… ta… sé que es un poco confuso… después le pregunto bien a Vago… pero hay algo de eso… bah… creo) me iría hacia el aeropuerto.
Luego de ordenar todo sobre la mesa donde cerramos negocios en las noches lejos de casa, miré a la misma y me dije “los teléfonos van todos en la campera, la notebook en la mochila de BM, la lapicera negra con la que firmo mis negocios al bolsillo de la camisa”. Luego de realizar estos movimientos estratégicos, luego de tener todo en su debido lugar, miré a mis costados donde Vago y el Señor gerente me miraban con cara de “¿el señorito tendrá para mucho?”… ahora que lo recuerdo bien, no fue solo su cara, llegaron a pronunciar estas palabras…
Fue así que salimos raudamente del depto. con servicio de mucamas (cómo he dicho, no había tiempo que perder) y nos dirigimos al gran ascensor que día a día nos lleva desde la PB al piso 2 y viceversa. Aclaré todo esto porque fue en este momento que tuve una sensación feota… me dije “halcón, te estás olvidando de algo”.
Cuando llegamos a las oficinas donde negociamos todos nuestros acuerdos (ahh… me olvidaba… estuve investigando… serían exactamente lo mismo las importaciones y los acuerdos, solo que es mucho más fashion decirle acuerdos. Para mí está mejor y dado que puedo pronunciar más rápido acuerdos que importaciones, lo prefiero para así no perder tiempo preciado) lo noté… no tenía mi unicornio negro con el cual firmar todo… ‘…y yo no tengo más que un unicornio negro…’. Ahí me dije… ‘¿Vistes Halcón? Yo sabía que te estabas olvidando de algo’.
Esta pequeña vivencia me dejó muy pensativo… porque ¿a quién no le ha pasado de sentir esta sensación, para luego encontrar que algo fue efectivamente olvidado? Y, ¿por qué es? ¿Tenemos todos el don de la adivinación? Que salado, y aburrido, si esto fuese cierto.
Ahora… ¿yo no acomodé todo sobre la mesa y luego dispuse en qué lugar iba qué? Y luego de acomodar todas las cosas y decidir donde irían, ¿no fui yo también quien las colocó en su lugar, dejando la lapicera negra olvidada sobre lo que espero que sea la mesa? Entonces… ¿es adivinación o idiotez?
Aprovechen… esta es la única vez que me van a escuchar decir que actué de forma idiota. Igual no se crean que me estoy insultando, me permito este desliz para poder demostrarles lo inteligente que soy con todo este planteo… soy un genio…
Lo que pretendo decir es… ¿dónde está lo mágico en saber que me olvidé algo, que sabía que me había olvidado? ¡No tiene nada de mágico! Yo no guardé la lapicera negra porque en ese momento estaba funcionando en piloto automático, y este piloto no consideró que fuese interesante guardar mi hermoso unicornio.
Como todos sabemos podría hablar mucho más rato sobre este tema, pero creo que mi avión debería estar por arrancar y si bien no tengo muchas ganas de hacer la cola de cuadra y media que se está formando, en breve tendría que guardar la computadora, ya que no se pueden tener prendidos aparatos electrónicos durante el despegue o el aterrizaje (¿el mp3 cuenta?).
De todas formas quiero agregar alguna cosita más… Esta sensación es más que conocida por todos… nos sentimos raros, incluso hasta podría decirse que mal… y no sabemos por qué. Creemos haber olvidado algo y en la mayoría de los casos se cumple (digo la mayoría porque hay gente que está mal de la cabeza y vive inmerso en un mundo de estas sensaciones… o sea… si a vos te pasa, en promedio, una vez por semana que sentís que perdiste algo, muy probablemente lo hayas perdido. De dos veces por semana a cinco, en promedio, se puede decir que sos flor de pelotudo/pajera que le gusta olvidarse las cosas. Más de cinco implica una clara pérdida de conexión entre la realidad y ese universo en el que vivís… andá yendo a un loquero a ver si él/la te puede salvar del calvario en el que te encontrás).
Es difícil generalizar, si bien yo lo hago con tanta frecuencia que parece facilísimo, pero creo que esta sensación no es más que nuestra cabeza confesando su pecado… confesando que un rato antes se hizo la viva para testear si estabas despierto y descubrió que estabas dormido. Así que aprovechá que esta mal parida que es nuestra cabeza te confiesa algo de lo malo que te hace y si sentís que olvidaste algo, date la vuelta y busca tu unicornio negro, todos tenemos uno (solo yo tengo el de ojos rojos y fauces incendiadas).
Ha sido un gusto ser del grupo de ‘escritores sin fronteras’… este texto lo he de firmar con una de mis plumas.
Gavilán
1 comentario:
Halcón. Estoy muy lejos de ser una BM y mucho más de una BW. Pero tus aportes me acercan a un mundo que me gustaría mirar por detrás del vidrio, aunque más no fuera. Lo del minisupermercadito, sobretodo...
En fin, que gracias por el post, y sobre todo para poder enterarme con lo de Silvio Rodríguez era una lapicera azul, Silvio me gusta, pero ya entenderlo, es un poco más difícil.
Saludos a vos y a esa tierra de porteños y morochas argentinas!!!
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