miércoles, 17 de noviembre de 2010

¿Por qué hacemos estupideces? (Parte 1 de 1000)

Creo que el título es demasiado genérico, y por eso ya estimé que tendremos 999 entregas más de este cuentito. Hoy me voy a centrar en un par de estupideces que hacemos como seres infrahumanos que somos. Que les cuento que se me dio por hacer un viajecito con un par de halcones al país vecino.

Como habíamos trabajado toda la semana y andábamos cansados, optamos por cambiar un poco la pisada y nos tomamos un barco. La ida no tuvo mayores inconvenientes ya que era de día, había actividades muy divertidas para realizar, había una especie de barra típica del Hawái con unos tragos espantosos y mucha pero mucha gente.

Debido a que planeamos el viaje muy bien y lo decidimos todo con tiempo, cuando compramos los pasajes un día antes de salir, ya no había asiento para mí a la vuelta. Mi vuelta era un día antes de la de los otros dos debido a que mis obligaciones son mayores a las de ellos. Pues bien, la única solución posible era volver en primera clase ya que aún quedaban un par de asientos libres. Para alguien que no tiene mucha experiencia viajando en compañías tanto aéreas como fluviales (ya que prefiero volar solo) no era algo muy claro que significaba estar en primera clase…pero lo tomé como un chiste divertido, un chiste interno.

Cuando llegué al puerto de la vecina orilla, a la hora de volver, decidí que me pondría una careta para no aburrirme, decidí que sería alguien, alguien de primera clase. Ya en mi personaje (no sé si lo dije pero sería un gran actor si tuviera la oportunidad de serlo) hubo algo que, ni bien llegué a la puerta de abordaje, me molesto y mucho…la cola para abordar el barco era la misma para todos…para la chusma y para mí. Decidí no preocuparme por esto, decidí pensar que la compañía había cometido un pequeño error y que sería resarcido al ingresar al buque.

Bueno…efectivamente al entrar a la zona indicada para la gente como uno, donde el resto no podría ingresar, se me ofreció (y no estoy mintiendo aquí) un caramelo. De chico me enseñaron a no aceptar caramelos de extraños ya que podrían tener LSD, pero en este caso obró algo más. No podía aceptar el caramelo ya que por la plata que había pago, era aceptar que se me reían en la cara. Fue ahí que evite reírme lo mejor que pude y me saqué la careta del personaje, ya no tenía más gracia. Mi propio chiste me había ganado, sabía que no podría seguir riéndome de algo que empezaba a ser triste, ya que de primera clase tenía poco (ni siquiera eran de los caramelos caros).

En este punto decidí iniciar otro juego… generalmente evito aburrirme cuando estoy solo y juego mucho a cualquier cosa. Este juego, uno de mis favoritos, consiste en analizar al resto del mundo, poniéndome yo en una posición de absoluta superioridad, y reírme de toda la estupidez humana. Les recomiendo que se paguen un pasaje de 1era clase en esa compañía porque se pueden llegar a reír y mucho.

Cuando se empezó a llenar la sala de gente importante, mi sala, empecé a notar que todos los que estaban eran quizá más pichelas que yo. Pero era muy gracioso que lo que había sido un juego para mi, esa máscara que me había puesto, era real para esta gente. Se consideraban más por estar en primera clase y la posta es que era una porquería la diferencia. Ojo, los asientos eran cómodos (si bien vi algo que no entendí y no quise entender…habían dos personas al fondo durmiendo en el piso…no supe si era que no habían asientos libres, gracioso si sobrevendieron esos asientos,  o que realmente habían bichicomes en la primerísima clase del buque).

Cuando arrancó la travesía, abrieron el gran Free Shop del barco…nueva sorpresa…el free shop era compartido entre los pichelas de primera clase y los aún más pichelas de lo que llaman “clase turista” (pobres se podría decir también). Yo quería comprarme un perfume y lo intenté…pero la verdad, era peor que la fiambrería del supermercado a las 17.30. Sentí nuevamente la ironía del cartelito “First class” que figuraba en el barco.

Al rato volví a mi asiento, tan cómodo él, y pude reírme un poco más al ver que los seres desagradables que me había cruzado en el Free Shop, peleando por obtener una botella más de whisky así se ahorraban 5 dólares, estaban sentados aquí también cual rey en su corte, en un país que carece claramente de realeza.

Finalmente decidí “acostarme” a dormir un rato y terminé despertándome ya en puerto. Como era una primera clase mediocre, al bajar del barco tendría 3 horas más en bus hasta llegar a mi ciudad natal. Aquí sucedió nuevamente un cruce con la triste realidad de la falsa clase alta. Al mirar hacia afuera, nosotros, los pudientes, teníamos que salir por la misma puerta que el resto de la gente, la gente normal. Nuevamente pelee para poder bajar, para obtener mi bolso y finalmente cuando fui a buscar el bus correspondiente a la primera clase…descubro que este no existía. La clasificación por la que había pago ya había terminado, se me había degradado, volvía a ser un halcón más, ya no uno del risco más alto.

Pasada la depresión de la cruda realidad, pasadas las peleas más ridículas con viejas chotas y con gente guarra, obtuve un asiento en un ómnibus de lo más feo. Cuanta gente que había y cuantos olores (que yo era particularmente capaz de oler pues tenía puesta una tirita nasal “respira mejor”). Empezó nuevamente la travesía y yo suponía que era lo último, que no habría que pelear más para poder llegar a mi hogar y así poder arrancar mi semana.

Estaba equivocado…si bien el viaje en bus no lo recuerdo ya que dormí absolutamente todo el mismo, tuve que despertar nuevamente y ver finalmente la terminal de buses de mi ciudad. Al despertar tuve el siguiente pensamiento en mi cabeza: “Volver a MICIUDAD es como estar teniendo el sueño más bello, ese que tanto buscaste tener, ese donde tenés todo lo que querías, y alguien decide tirarte un baldazo de agua fría, ni siquiera tibia”.

Como ya era un poco tarde y tenía que estar en mi trabajo no mucho después de esa hora, decidí tomar un taxi (pese a estar en números muy rojos). Aquí es donde la aventura me llevó al borde de la ira… ¡había que hacer otra cola más para tomar un taxi! Habiendo miles de taxis en la vuelta, solo podía esperar a que me dejaran subir a uno. Yo no sé bien quien fue el burócrata que pensó esto, pero la verdad si me estás leyendo te podes ir bien ido a cagar. Por cierto, agrego también para otro burócrata…al que determinó que en el predio donde está instalada la empresa en la que trabajo ya no se puede ingresar por la puerta oeste…te vas bien ido a la mierda, putón!

Bien…disculpen un poco los exabruptos…no soy muy amigo de la burocracia extrema… Estando en la cola me cuestioné si no llegaría antes a mi casa caminando, o si existía la posibilidad de encontrar otro taxi si salía de la terminal, y lo confieso, en ese momento pensé “la puta madre, por qué la tienen que complicar tanto” y mientras pensaba esto dije, quizá muy fuerte, “la puta madre, por qué la tienen que complicar tanto”.

Eventualmente me tome el taxi como cualquier otro ser de esa cola, sin mayor distinción, habiendo abonado un ticket que decía otra cosa. Finalmente llegué a casa y pude saludar a mis viejos halcones, deposité todos mis petates en un rincón y me tiré a robar un poco de tiempo extra, un gol de oro del sueño, antes de aceptar la cruda realidad del trabajo.

Pero siempre con una duda que me carcomía… ¿Por qué la gente es tan imbécil? O quizá, ¿por qué la gente hace estupideces? Como puede ser que alguien se crea más por estar en un asiento un poco más caro… simplemente tendría que agradecer que pudo obtenerlo, que lo posee por ese rato. Porque en el momento que nos creemos estas mentiras, todo se va al carajo…mantener ese cuento de fantasía es bastante difícil.

O por otro lado, los muchachos poderosos y muchachas poderosas que controlaban quien subía al taxi, en qué momento y de qué forma. Siempre me sorprende ver que la gente se sienta tan poderosa con tan poco, me dan una mezcla de sorpresa y pena. Estos chicos y chicas realmente daban la impresión de ser otros reyes y reinas, y lo loco era que en la cola estaban los viejos reyes y reinas...cuyo poder había caducado tres horas antes, antes de subir al bus que los acababa de dejar sin pena ni gloria…cuanta realeza junta y cuanta pobreza al mismo tiempo…

Recuerdo, o más bien se me recuerda a menudo, que en mi bella infancia dije otra de las frases características de un ser como yo, un paria entre los parias. La frase fue dirigida a alguien que ya no se encuentra en este plano de existencia pero que tengo fe algún día escucharé otro de sus chistes cuando siga su camino, y sonaba más o menos así: “En lo del Tío F son pobres porque siempre toman Coca-Cola” (leerlo con voz aguda y tono muy de niño…aunque capaz ya tenía 17 años ahí).

Si bien la frase quizá suena muy tonta, permítanme decirles que el concepto es de lo más bello e inteligente (sé que no estoy siendo muy objetivo aquí, pero por ser yo mismo me lo puedo permitir…ustedes sabrán entender…o no). Mucho tiempo después se formó la idea que quise presentar ese día, un poco más formal y menos capitalista. Quien tiene la plata, no la anda mostrando por la vida, así como quien tiene las minas no necesita hacer alarde, así como quien tiene la pinta no parece afectarlo (salvo a los metrosexuales que son enfermitos y tendrían que tratarse…o algo así dijo nuestro venerable Cotugno).

Lo que intento expresar es que el mostrarse como algo distinto, a mi entender muestra inseguridades, desconocimiento y unas terribles ganas de ser alguien más (releyendo este gran texto no puedo dejar de pensar, ya que está de moda, en nuestro desagradable vecino Rodolfo Fort…o algo así). Seamos quienes somos, y recordemos que quienes somos es un ser muy parecido al que está al lado (salvo en mi caso). No somos el “Ingeniero Perez” o el “Doctor Arnoldo Gutierrez”, el título más difícil de ganar es el de persona, y pocos lo tenemos…te invito a que hagas el curso.

Aquí dejo este texto, ya que se está yendo de largo y aunque no lo parezca, tengo cierto tope y cierta conciencia. Simplemente una cosa más, un comentario interno…este texto va para aquellas dos Fs que yo consideré pobres en riquezas y que se fueron hace un ratito por ese camino que eventualmente hemos de seguir.

Con mucho cariño,

Gavilán.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

no es Ricardo Fort?

Unknown dijo...

estimado, disfruté mucho su relato, me hizo remontar años atrás cuando partía hacia mi tan esperada luna de miel y por esas cosas de la vida (llamese pariente en el ramo de los pilotos) ligamos un trayecto del vuelo en 1ra !!!!!! fue ....muy emocionante....muy espectacular.....muy enriquecedor...
En ese entonces tenia la misma edad que ud tiene ahora ......
Hoy, con unos añitos más....detecto una "crisis de protagonismo en first class " importante.Creo que es un medio
de escape de evasión a una sola realidad....
Ahora...qué lindo era estar sumergida en ese mullido sillón leyendo 20 revistas tomadas de un carrito que nunca dejaba de circular !!!!!!!!!
Continué Hulkgero :-)

Any dijo...

Bueno che, que difícil es ud! Que le dieron? Un palito de la selva o un media hora? ahjajajaj!
Somos países emergentes, ud que pretendía que le sirvieran? Un Dom Perignon? Salga ...
Ah yo me ando riendo de todo el mundo sin comprarme ningun pasaje en primera vea. Como que está mal? Si ud hace lo mismo!
El Buquebus tiene freeshop? Que top! no conocía ese detalle. Salgo poco vio?
Se anduvo peleando con la gente del colectivo y de la fila del taxi tambien? Ud es un mal-llevado, disculpe que le diga. Y un amarrete ademas. Porque no se alquiló su propio jet privado cual Rodolfo Fort? ahjajajjajajajaja
Que pasa con la cocacola? me perdí
porque en mi casa era al revés, los parientes ricos tomaban cocacola, nosotros tomábamos un jugo espantoso simil naranja (o algo)

En serio que faltan 999 post sobre este tema? nah!
=S
Salu2